- Brazos en jarra, mirada perdida, todo el público pendiente a tu lanzamiento y los nervios se apoderan del lanzador. En ese suspiro pueden pasar mil cosas por la cabeza de un jugador, pero después del lanzamiento ya no hay nada que hacer... El destino decide, "alea jacta est".
Así se puede describir el lanzamiento de un penalti, especialmente aquel que puede decidir una final de Copa o un título de Liga. De eso sabemos muchos los gallegos, que siempre solemos decir: "Meigas, haberlas haylas".
En 1994, las Rías Altas y Baixas de Galicia lloraron la desgracia de dos penaltis marrados. El del Celta de Vigo, mi equipo, nos hizo lamentar el primer título de Copa del Rey, mientras que los vecinos coruñeses lloraban poco más de veinte días después su primera Liga perdida.
El primer lanzamiento maldito desde los once metros llegaría el 20 de abril de 1994, en la final de Copa celebrada en el Vicente Calderón con Celta y Zaragoza como aspirantes al título. Los gallegos aguantaron muy bien a la escuadra maña, manteniendo el empate a cero hasta la prórroga, que daría paso a la tanda de penales.
Cedrún y Cañizares, porteros de los maños y celestes respectivamente, serían los encargados de evitar los lanzamientos rivales. Por el Celta marcaron Andrijasevic, Losada, Dadie y Gudelj, pero aún quedaba el lanzamiento de Alejo, un extremeño producto de la cantera del Barcelona.
El zaguero trató de engañar a Cedrún, pero su flojo disparo sería interceptado por el vasco, que tras su parada concedería el título copero a los aragoneses. La cara de Alejo lo decía todo, decepción, frustración, tristeza...
Aún sollozaban desde Vigo cuando sus vecinos serían los siguientes perjudicados por una mala ejecución de la pena máxima. La campaña 93\94 tocaba a su fin, y todos estaban pendientes de los aspirantes al título liguero, Deportivo de La Coruña y F.C. Barcelona.
No sería un buen día para los coruñeses aquel 14 de mayo. Mientras el Barça hacía sus deberes ante el Sevilla, los gallegos trataban de superar ante el Valencia otro empate a cero como ya hicieron sus vecinos. Esta vez no hubo prórroga en Riazor, evidentemente, pero el colegiado López Nieto señalaría un penalti que nos destaparía al campeón de Liga.
El valencianista González se puso bajo palos para evitar un gol que no tendría dueño. El miedo se apoderó de Bebeto y sería el serbio Miroslav Djukic quien se encargaría de ejecutar la pena máxima.
González adivinaría el lanzamiento del balcánico y la Liga se escapó de Riazor ante la incredulidad de los aficionados. El Barcelona se apoderaría otra vez de un título de Liga de rebote, como ya había ocurrido en los años anteriores con el Real Madrid con sus visitas a Tenerife.
Arriba vemos la detención de Cedrún ante el tiro de Alejo. Abajo González parando el de Djukic. |
- Nadie puede dudar que aquel año 1994 fue un año de malas meigas para celtistas y deportivistas, una temporada maldita que siempre será recordada con rabia por la impedida conquista de dos títulos importantes para sendos clubes.
Han pasado casi 25 años, pero algunos aún no hemos podido olvidar la profunda tristeza de aquel nefasto año con claro acento gallego. Unos pudieron resarcirse en 2001 con otra oportunidad en Copa. No pudo ser. El Deportivo sí pudo celebrar otros títulos para desquitarse de aquel mal fario.
Y como no, aquellos penaltis errados penaltis inspiraron a los más graciosos de turno. Aún retumba el original chascarrillo de aquel chiste, ya todo un clásico, que decía: "¿Como se tiran los penaltis, de acerca o de alejos? -Djukisé".
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